VIVIR BIEN – N° 257, Lima, febrero de 2024
GRAVE ERROR
Por Antero Flores-Araoz
Desde la elección del 2021, escuchábamos con notoria insistencia una pregunta, formulada en diversas formas, pero que en concreto se trata de lo mismo. La pregunta en cuestión era ¿en qué fallamos?, ¿qué hicimos mal para tener un gobierno de izquierda?, ¿en qué nos equivocamos?, ¿por qué se ha detenido el desarrollo de las últimas tres décadas?
La respuesta no es simple ya que desde el año 1990 se recuperó la economía del país, se redujo la inflación, disminuyó la pobreza y pobreza extrema, el diferencial cambiario moderado, el crecimiento del Perú en ascenso, la incorporación de peruanos a la clase media en subida, la afluencia de público en los centros comerciales muy destacada, y la fundación de nuevas empresas y actividades económicas nada despreciable.
Como consecuencia de todo lo señalado en el párrafo anterior el Perú fue reconocido internacionalmente como un país solvente y, por ende, el grado de inversión positivo y el riesgo país en retroceso. Estábamos encaminados a ser incorporados al primer mundo y al mecanismo de OCDE.
Sin embargo en el 2021 en las elecciones, fue declarado triunfador el candidato de la izquierda más elemental y menos cultivada, existiendo el temor de que el crecimiento económico de nuestro querido Perú, no solo se detenga sino que vayamos hacia atrás como el cangrejo, pues el discurso populista ha ido calando, los ofrecimientos irrazonables suben en ascensor mientras los ingresos fiscales solo por escalera, el estado de derecho en peligro, el ejercicio de la autoridad en decadencia, la conflictividad social sin debido tratamiento y la dejadez gubernamental en peligrosa vigencia.
La respuesta a las inquietudes formuladas en el primer párrafo de la presente columna no es simple, pero haciendo un ejercicio de análisis y de recuerdo de lo acontecido, podemos afirmar que por un lado nos concentramos en crecer económicamente como país, estábamos encantados con la reducción de la pobreza y la incorporación al mercado de muchísimas familias y personas y, considerábamos que el ascenso económico era un don que nos habíamos ganado y seguiría in crescendo. Pero por otro lado olvidamos los aspectos no económicos, como son la calidad de la educación, el acceso a la salud y la docencia política que enfrente al populismo cautivador.
Dejamos que la calidad educativa escolar estuviere en modo de deterioro, no importó lo suficiente la preparación y destreza de los integrantes del magisterio, que tampoco fue adecuadamente remunerado en consideración a su importante función. Al magisterio entraron personas que no creían en el sano desarrollo sino en el populista discurso de enfrentar a ricos con pobres y echarles la culpa de todos los males a los primeros que fueron satanizados, mientras los segundos no solo santificados, sino con derecho a resolver sus necesidades sin esfuerzo, porque el Estado debía cargar con ellos. La docencia cívica de los partidos democráticos prácticamente nula, además del abandono del interior del país.
Como vemos, fallamos, erramos gravemente y enfrentamos consecuencias no queridas. El desarrollo económico tiene que crecer al unísono con la educación que propicie responsabilidad, esfuerzo y trabajo eficiente.